En los últimos diez años, América Latina ha experimentado dos tendencias aparentemente opuestas. Por un lado, se han observado ciertas mejoras económicas que han contribuido al desarrollo y han reducido algunas desigualdades. Sin embargo, por otro lado, se han registrado procesos políticos que han debilitado las instituciones democráticas en la región. A pesar de la prosperidad económica, muchas democracias en América Latina están inclinándose hacia un enfoque más autoritario, reviviendo viejas prácticas coercitivas que alguna vez dominaron la región. Este libro examina, desde diversas perspectivas teóricas e históricas, cómo el populismo desvirtúa regímenes que podrían haber evolucionado hacia democracias plenas. Se argumenta que, con la llegada de democracias adjetivas en la última década (progresistas, de izquierda o populistas), la política en América Latina ha descuidado la calidad de la democracia. En lugar de consolidar una democracia liberal sólida y madura, se ha permitido una coexistencia antinatural entre democracia y autoritarismo.