En este libro se aborda la relación entre la violencia y el lenguaje, destacando la importancia de la palabra que enfrenta la violencia en lugar de legitimarla. En un contexto de vulnerabilidad y lucha por la supervivencia, el autor rescata el papel del testigo como sobreviviente, destacando la importancia del testimonio en la denuncia de la impunidad y el terror. Enrique Díaz Álvarez propone una «política de la prueba» que conecta la ética y la estética para analizar el poder crítico de lo sensible. A través de la narrativa y el arte, se busca comprender el abuso, el dolor y su impacto en nosotros.