En los estudios recopilados aquí, se ha identificado una carencia en la preocupación por la dificultad de llevar a cabo una deliberación racional en la sociedad actual, donde la situación pública se percibe como frágil. Se ha asumido el desafío de analizar prácticas discursivas y fenómenos considerados anomalías en un proceso idealizado de deliberación pública, como parte de un espacio público falto de integridad, incapaz de enfrentarse al espacio público ideal, que es más dinámico y diverso. Las emociones también se consideran elementos importantes en el debate democrático del ser humano moderno, tal vez actuando como indicadores clave de su esencia. Nuestra investigación sugiere no eliminar las emociones como si se tratara de un cuerpo perfecto en el espacio público, sino más bien crear ambigüedad en el sujeto: reconocer que estos eventos son parte del proceso de deliberación pública, pero también ponerlo en riesgo. Las emociones tienen el potencial de socavar la fortaleza de la democracia, pero también pueden ser catalizadoras para abrir nuevos espacios y destacar temas importantes, encendiendo la conciencia pública a través de protestas y debates.